sábado, 25 de enero de 2014

La sal en la comida



- cuento escrito por Petre Ispirescu
- traducción: Sandra Bar y Pedro José Garay Aguado


Erase una vez un emperador. Este emperador tenía tres hijas. Su reina había muerto así que ahora daba todo su amor a sus niñas. Creciendo, las chicas se dieron cuenta del amor y diligencia de su padre para educarlas, enseñarles muchas cosas y protegerlas de maldades, intentaban con todas sus fuerzas hacerle olvidar de la tristeza que envolvió su alma cuando la emperatriz murió.

En un día, el emperador preguntó a su hija mayor:
- Hija mía, ¿cómo me quieres tú a mí?
-¿Como quererte, padre? Mira, yo te quiero como la miel, contestó ella después de pensar un rato en que puede ser más dulce en el mundo. Eso es lo que se lo ocurrió y lo que dijo.
- ¡Que seas feliz, hija mía! ¡Y Dios te cuide!

Más tarde preguntó a la segunda chica:
-Y tú, ¿cómo me quieres, hija mía?
-Como el azúcar, papa.  Eso es lo que se lo ocurrió y lo que dijo.
- ¡Que seas feliz, hija mía! ¡Y Dios te cuide!

Estas chicas eran halagadoras y sabían mostrar su amor hacia su padre, más de lo que sentían en realidad.El emperador se puso muy contento con las respuestas de sus hijas mayores. Él pensaba que el amor solo puede ser dulce como la miel o como el azúcar. Y mirando a su hija menor, que estaba  sentada atrás, tímidamente, la preguntó:
-¿Como me quieres tú a mí, hija mía?
-¡Como la sal en la comida, padre! contestó con  su rostro sereno, sonriendo con amor natural y bajando la mirada, por vergüenza de que había hablado  ante su padre.

Cuando sus hermanas oyeron la respuesta que le dio a su padre, empezaron a reír y girarse para que no la vieran.  Y el padre, frunció el ceño, lleno de ira, y dijo:
-¡Anda, ven aquí, tonta, para que nos entendamos! ¿No escuchaste a tus hermanas mayores como me quieren? ¿Por qué no las tomaste como ejemplo para que me digas cuanto amor dulce tienes para tu padre? ¿Parar eso me sacrifico? ¿Para veros crecer y educaros y que no hayan otras chicas en el mundo como vosotras? ¡Vete de aquí con tu sal y todo!

Cuando la hija menor oyó la ira de su padre, se puso muy triste y le dijo:
- ¡Perdóneme, padre, yo no le quise enojar! Pensé que el amor que le llevo, no es superior al  de mis hermanas, pero tampoco inferior al miel y al azúcar...
-Oye, oye, la interrumpió el emperador; ¿ y aún tienes la audacia  de meterte con tus hermanas?¡Vete de aquí, chica desvergonzada, que ya no quiero volver a escuchar tu nombre!
La muchacha selló su boca y salió llorando. 

Las hermanas quisieron alentarla, pero con palabras feas, que le hacía más daño que bien.

La hija menor del emperador, al ver que ni siquiera sus hermanas le perdonaban, puso su confianza en Dios y decidió ir allá donde la misericordia del Señor la llevará. Cogió con ella unas ropas viejas y caminó de pueblo en pueblo hasta que llegó a la
corte de otro emperador. Llegando allá se sentó en una puerta. Una mujer la  vio y la preguntó que quería; ella le contestó que es una chica pobre y huérfana y que necesitaba un trabajo. 

La mujer la miró con ojos penetrantes y le pareció que era buena chica así que pensó en contratarla. Le preguntó cuánto dinero pedía, pero la chica le dijo que solo quería un techo y mesa por un tiempo y si era digna de recibir unas monedas, le ofreciera cuanto piensa que merecía.
La mujer se puso muy contenta  al escuchar esa respuesta y la contrató de sirvienta. Le dio las llaves del palacio y le explicó donde tenía que poner cada cosa en su lugar.

Y como la chica sabía cocinar todo lo que encontraba en las despensas, la mujer la puso como encargada en la cocina. Era una chica tranquila, hacia todo lo que tenía que hacer y en su tiempo libre no le gustaba quedarse con las demás sirvientas para charlas sino prefería la lectura de un libro. Aunque los demás la veían un poco rara, no encontraban ninguna razón para echarla de allá.

La noticia sobre el mérito y humildad de la muchacha llegó a los oídos de la emperatriz. Ella quiso verla y cuando eso pasó la chica supo como presentarse y hablarle con sinceridad, sin hipocresía y con humildad. La emperatriz empezó a quererla. Ella sospechaba que la chica no provenía de una familia pobre.

Entonces la emperatriz  la cogió como ayudante para que se quedara a su lado. Adónde fuera la emperatriz, iba también la muchacha; cuando la emperatriz hacía algo, la joven princesa le acompañaba. Todo lo que salía de sus manos estaba perlado, nada más. La emperatriz estaba fascinada más que nada por las palabras sabias que decía la chica. Llegaron a ser inseparables y la emperatriz  empezó a quererla como a su propia hija.

Incluso el emperador se sorprendió por la relación cercana que tenían las dos. Este emperador tenía un solo hijo. Él y la emperatriz le veían como a un sol. Le querían mucho.

Un día el emperador tuvo que luchar en una batalla y se llevó a su hijo con él. Pero por desgracia unos soldados trajeron al príncipe a casa, porque estaba herido.
La emperatriz  empezó a llorar. Sus noches se convirtieron en días ya que le cuidó con todas sus fuerzas hasta que no pudo más de cansancio. Entonces dejó a la muchacha a que le cuidara, porque tenía confianza en ella. Y así las dos hacían turnos para poder cuidar al principe.

Las palabras amables y sabias de la chica, sus caricias dulces y sinceras y  su humildad hicieron que el enfermo desarrollara un sentimiento que nunca tuvo hasta entonces y más que eso, como ella sabia cuidarle y aliviarle los dolores, él empezó a amarla.

Un día, cuando ya se sentía mejor, hablando con su madre, el chico le dijo:
-¡Sabe, madre, me gustaría casarme!
-Muy bien, hijo mío. Es mejor hacer este paso ahora, que eres joven. Te voy a buscar una chica de buena familia y sabia.
-Ya la encontré, madre
-¿ Y quién es, la conozco?
- Pero no se enfade madre si le digo quién es. Mi corazón pertenece a la chica que usted tiene como ayudante. La amo, madre, como a mi alma. De todas las hijas de emperadores y reyes que vi, ninguna me llegó tan profundo al corazón. Ella es la que más me gusta.

La emperatriz intentó resistirse, pero no pudo  convencer a su hijo para que cambiara de opinión. Ya que la chica que eligió su hijo para casarse era tranquila, obediente, sabia y honesta, al final aceptó  ella también. Ahora tenían que convencer al emperador. Y eso no fue complicado; tanto la mujer como su hijo hablaron solo de bien sobre la chica.

Por lo tanto el emperador reconoció el compromiso de los dos jóvenes.
Cuando empezaron las preparaciones para la boda, la novia le pidió al príncipe que invitara al otro emperador (a su padre); pero ella no le dijo que era princesa. Los suegros también estuvieron de acuerdo con esta petición e invitaron al emperador.

En el día de la boda vinieron todos los invitados. Empezó la fiesta y fue tan espectacular como solamente los emperadores podían realizar. Por la noche se sirvió una mesa llena de comida y bebidas, postres y otras cosas ricas.

La novia fue la que les dijo a los cocineros que comida tenían que preparar. Pero ella sola preparó el plato para un invitado aparte. Luego le pidió a una sirvienta que ponga ese plato ante el emperador invitado. Y que tenga cuidado para no ponerlo delante de otra persona. La sirvienta hizo tal como le pidió la chica.

Todos empezaron a comer. Pero el emperador invitado comía y no comía. Ya desde que llegó miraba a la novia como si su corazón le dijera algo, pero no sabía que es lo que estaba pasando. No podía creer que esa chica era su hija y que se haya casado con un príncipe, así que mantuvo el silencio. La pobre chica también cambió mucho después de tantos días negros que vivió. El emperador invitado intentó comer ya que todos los demás estaban festejando; pero después de probar dos pedacitos, paró. La sirvienta se llevó el plato lleno. El emperador invitado no entendía como los demás comían con tanta gana mientras que su comida no tenía ningún sabor. Preguntó al que tenía a su derecha. Este le contestó que nunca en su vida comió algo tan bueno. Le dio de probar al emperador y este observó que la comida de su vecino sí que estaba muy buena.  Hizo lo mismo con el vecino que tenía a su izquierda y el resultado fue lo mismo. Intentó aguantar y no decir nada, pero al final no pudo más y dijo:

- Bueno, emperador, ¿me llamó a la boda de su hijo para burlarse de mí?
- Dios mío, su Alteza. ¿Pero por qué dice eso? Tal como ve todo el mundo, es usted un invitado igual que todos los demás.
- Perdone, emperador, pero la comida de todos los demás fue muy buena, en cambio la mía no se puede comer.

El emperador suegro se enfadó y les ordenó a los cocineros que vengan a ver lo que hicieron y que digan quien es el culpable para matarlo.
¿Pero saben ustedes que pasó? La novia preparó el plato para su padre utilizando miel y azúcar. Incluso el recipiente para sal que había ante el invitado estaba lleno con azúcar, así que cada vez que el emperador pensaba que echaba sal, en realidad echaba más azúcar y por eso su comida no se podía tragar.

Entonces la novia se levantó y le dijo al emperador suegro:
- Yo fui la que preparó el plato para el emperador y mire por qué lo hice: Este emperador es mi padre. Nosotros éramos tres hermanas . Mi papa nos preguntó un día como le queremos. Mis hermanas mayores le contestaron que le quieren como la miel y como el azúcar. Yo le dije que le quiero como la sal en la comida ya que consideré que no puede haber mejor amor que este. Mi padre se enfadó conmigo y me echó de casa. Dios no me olvidó y me ayudó a llegar donde me ven. Ahora le quise demostrar a mi padre que, sin miel y azúcar, el hombre puede vivir; pero sin sal no. Por eso le cociné así. Juzgue usted quién tuvo razón.

Todos los invitados estuvieron de acuerdo que la princesa fue echada injustamente de su casa. Entonces el padre le confesó que no supo apreciarla y le pidió perdón. La chica le besó la mano y se disculpó por haberle traído tristezas.

Entonces la fiesta se hizo incluso más grande y bonita que todo el mundo se enteró de ella. El emperador suegro se puso muy contento por tener una nuera tan sabia, diligente y de buena familia.
Yo también estaba en esa boda, estimados señores. ¡Y madre mía, cuanto comimos!


10 comentarios:

  1. Hola Sandra,

    Me ha encantado poder leerte y este cuento me ha fascinado.Las fotos del post han venido perfectas, me he imaginado la escena!

    Y la cara de todos vamos, pero al final se soluciono que bien y la gran fiesta.Muy bonito

    Que tengas un buen fin de semana niña.
    Saludos cálidos.


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  2. Extraordinaria historia, Sandra. Un saludo!

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  3. Me gustó mucho este cuento Sandra. Es una historia muy sabia, tanto como la hija más pequeña del emperador. Que al final demostró ser más íntegra, humilde y sabia que sus hermanas.
    Un abrazo fuerte amiga!

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  4. Muy bonito cuento Sandra, me ha gustado!
    Un abrazooo

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  5. Excelente me ha gustado mucho! Saludos!

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  6. Hola Sandra!! Darle valor a todas las cosas ...porque todo tiene su razón de ser...y aveces lo que nos parece insignificante es muy importante! Mi madre solia hacernos este cuento cuando niños.Es muy hermoso! Te extrañaba ...no te veia por aca...Un gran abrazo!

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  7. Sobre este cuento o uno similar a este sale parte de la historia del Rey Lear de Shakespeare.
    Siempre es bueno recordarlo.
    Hay gente que no sabe reconocer quién les ama verdaderamente.
    Un abrazo.

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  8. Muchas Gracias. ¿Donde se puede encontrar la versión rumana?

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    1. Le dejo aqui una página donde la pueden leer en rumano: http://www.povesti-pentru-copii.com/petre-ispirescu/sarea-in-bucate.html
      Saludos!

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  9. Hola, la primera vez que visito tu blog muy lindo e interesante por cierto y bueno este cuento me a encantado :) saludos

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