La yaya saca de su bolsa una
boina, también del uniforme de la cañonera le Formidable.
- ¿ Todavía te duele la
nariz, chiquitín? le pregunta la yaya.
- No... contesta Goe.
- ¿Seguro, seguro?
- ¡Seguro!
- ¡Ven aquí, que te daré un beso!
Y le besa en la punta de la
nariz; luego, arreglándole la boina:
- ¡Parece que te sienta mejor con
la boina!... dice la yaya, admirándole.
- ¿Y con qué no le sienta bien?
añade la tía Mita, admirándole ella también.
- ¡Anda, dejadle! lo mimáis
demasiado... ¡Oye, tú! ¡sombrero y ticket nuevo! dice la madre, fingiendo estar
enojada.
- ¡ Qué sea el pequeño sano! dice
la yaya. Pero la madre añade:
- ¿ Y a la mami no la besas?
- A ti, ¡no quiero! dice Goe con
humor.
- ¿ Ah, si? dice la madre.
¡Deja!... y se cubre los ojos con las manos fingiendo llorar.
- ¡Anda, deja! ¡que ya sé que
estás fingiendo! dice Goe.
- ¡Encontraste a quien engañar!
contesta la yaya.
La madre empieza a reír; saca
algo de su bolsa y dice:
- El que me besa.... ¡mira!... ¡
chucolate!
La madre besa a Goe, Goe a la
madre y, cogiendo el pedacito de chucolate, sale de nuevo en el pasillo.
- Chiquitín, ¡no saques más la
cabeza por la ventana!... ¡Madre mía, qué listo que es mi niño!, dice la yaya.
- ¡ En serio, de verdad! añade la
tía Mita.
Mientas Goe comía su chucolate
fuera, las señoras se pusieron a hablar sobre una y otra... El tren corría
ahora desde Crivina hacia Peris.
- ¡ Anda, ve y mira que hace el
niño allá fuera, mama! dice la madre.
La yaya se levanta despacio y va
al pasillo:
- ¡Goe! ¡chiquitín! ¿dónde estás?
Goe no está.
- ¡ Dios mío! grita la señora, ¡
el chico no está! ¿ Donde está el chico? ... ¡se ha perdido mi niño!
Y todas las señoras saltan...
- ¡ Se cayó del tren, el
muchacho! ¡tía, que me muerooo!
Pero de repente, se oyen ruidos
desde el compartimento donde entra solamente una persona.
- Goe, chico, ¿estás allá?
-¡Sí!
- Anda, dice la yaya, ¡sal de ahí!
que nos asustaste.
-¡No puedo! grita Goe desde
adentro.
-¿Por qué? ... ¿te duele el
corazón?
-¡No! no puedo...
- ¡Está cerrado! dice la yaya,
intentado abrir la puerta.
- ¡No puedo abrir! grita Goe
desesperado.
-¡Dios mío!¡que se desmaya el chico!
Al final viene el controlador con
el ticket: recibe el dinero y libera al muchacho, a quien las señoras besan
dulce como si lo vieran después de mucho tiempo. La yaya decide quedarse en el
pasillo, sobre una maleta de un extranjero, para vigilar a Goe que no le pase
nada. El chiquitin ve una línea de metal en la esquina del pasillo que tiene
arriba una empuñadura. Se sube encima de una maleta, pone la mano en la
empuñadura y la tira.
- ¡ Siéntate bien, chiquitin!¡ no
vayas a romper algo ahora! dice la yaya.
El tren sigue su camino desde
Peris hacia Buftea con gran velocidad. Pero a la medida del kilometro 24, de
repente de oye un sonido, luego el señal de alarma, tres silbatos cortos, y el
tren para produciendo una fuerte sacudida.
¿Qué pasa?¿Qué pasa?... Todos los
pasajeros van asustados a las ventanas, puertas y escaleras...
-¡ Goe, chiquitin! ¡Goe! grita la
tía Mita saliendo rápido del compartimiento.
Goe está en el pasillo... ¿ Por
qué paro el tren?
Alguien, no se sabe de qué vagón,
tiro de la alarma. ¿De qué vagón?... Esto es fácil de descubrir; la manivela de
la señal se tira solo si rompes el hilo con nudos. El personal del tren va y
mira las ruedas taponadas con toda la presión, tan taponadas que el mecánico
necesita tres minutos para cargar su bomba de aire comprimido y poner en marcha
de nuevo el tren. Durante todo este tiempo, los conductores y el jefe del tren
van de vagón en vagón para mirar los aparatos de los señales de alarma.
¿Quién puede adivinar en que
vagón estaba roto el hilo e invertida la manivela? ¡ Que raro! justo en el vagón de donde voló hace poco el
sombrero del marinero. ¿Quién?¿Quién tiró de la manivela? La yaya duerme en el
fondo del coupé con su chiquitín en brazos. No se puede saber quién tiro de la
manivela.
El tren comienza su camino de
nuevo y por fin, llega a Bucarest con un retraso de unos minutos. Todo el mundo
baja. La yaya le arregla la boina al Goe, le pregunta si aún le duele la nariz
y le da un beso dulce.
- ¡A la avenida, taxista!¡A la avenida!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario